sábado, 28 de febrero de 2009

DISFRUTANDO CON EL DOLOR AJENO

Los primates humanos no dudáis en utilizar a los demás animales para vuestra satisfacción lúdica.
En algunas discotecas, se introducen animales para el deleite de los clientes. En los últimos años han desfilado por ellas: elefantes, tigres, vaquillas, etc. Estos animales son víctimas de los visitantes, los cuales, con reiteración, les golpean o tiran de la cola.
No hace mucho en algunas discotecas se llegó a poner de moda el tener leones para atraer a la concurrencia. Supongo que os imaginareis en que condiciones los tenían y como debían sentirse los pobres animales encadenados a una argolla sobre el frío asfalto para el resto de sus días. Una de estas victimas fue recuperada de una discoteca valenciana
El animal vivía en uno de los pasillos exteriores del local, a pocos metros de una terraza que durante el verano acogía numerosas fiestas. Lo tenían atado a una corta cadena sujeta a un barrote de hierro y su situación era "lamentable e insostenible", según informó la Fundación Internacional para la Protección de los Animales, Raúl Mérida.

En el año 1984 la Asamblea General de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) se vio obligada a urgir al Gobierno español a que terminara con la importación de chimpancés para uso comercial y para que confiscara los 200 chimpancés que en aquellos momentos eran utilizados en vuestro país como reclamo por otros tantos fotógrafos itinerantes, habituales de vuestras playas.
El delito que impunemente cometíais era muy grave ya que esos familiares vuestros (y nuestros) ya se hallaban por aquel entonces en grave peligro de extinción.
Todavía podían verse chimpancés esclavizados en vuestras playas durante los años noventa enriqueciendo a representantes de vuestra especie.
Habitualmente eran drogados para evitar problemas. También era frecuente que se les arrancaran los dientes para evitar que mordieran a los turistas.
Me contaron, no hace mucho, el caso de uno de estos chimpancés desdentados, el cual, al ofrecerle una manzana en el centro de acogida, se dirigió a una pared estucada del local y empezó a frotar la manzana contra la pared para obtener la pulpa que acto seguido lamió.

Un chimpancé joven podía llegar a costar en España, en 1989, más de medio millón de pesetas. A pesar de su precio, representaban un gran negocio en las zonas turísticas, donde los fotógrafos podían llegar a ganar, durante los meses de verano, hasta 100.000 pesetas diarias (unos 600 euros por día).
Cuando el simio cumplía los cuatro años de edad, y empezaba a ser difícil de controlar, era llevado mar adentro, para ser posteriormente lanzado por la borda, a fin de que el desdichado animal pereciera ahogado.

Entre vuestras barbaridades me llama la atención vuestro interés en provocar luchas entre otros seres vivos para divertiros y ganar dinero a la vez. Lo más vergonzoso es que frecuentemente defendéis tales actividades en nombre de la "cultura".
¿Cómo es posible que os de placer el poder observar como dos seres se van destrozando a sí mismos? Verdaderamente estáis enfermos.

En algunos lugares de Inglaterra, se utilizan perros ("Bull terriers") para organizar peleas. Se les alimenta con carne y sangre de perro. Para entrenarlos se les enfrenta a un perro sangrante, el cual ha sido previamente acuchillado. En plena lucha, estos animales llegan a arrancarse los labios y las orejas.
Los combates suelen ser filmados en vídeo, que más tarde se comercializa.
Los asistentes se cuentan entre la gente rica y culta, acudiendo a la cita vestida de smooking, sobre el que se coloca un impermeable, para evitar las salpicaduras de sangre. La última variante clandestina de este tipo de lucha consiste en enfrentar, en lucha a muerte, a un hombre desnudo contra un Bull Terrier. Las apuestas se cruzan sin cesar, mientras dura la lucha.

En vuestro país, también se dan las luchas de perros. Se habilita una zona en un descampado. Esta zona se ilumina con equipos autónomos, obligándo a los perros a pelear dentro de círculos formados por los propios espectadores, que no dejan de azuzarles, mientras se cruzan apuestas. A estos perros se les entrena a base de hacerles seguir motos, para fortalecer su musculatura y sistema respiratorio. Al igual que a sus congéneres ingleses, se les alimenta con carne y sangre de perro para hacerles más salvajes.
Algunas peleas de perros pueden llegar a durar más de dos horas y son de una crueldad e intensidad brutal.
Las heridas que se infligen son espectaculares por lo terroríficas, con abundantes desgarros, hemorragias y roturas de huesos (especialmente si intervienen las poderosas mandíbulas de los Pit bull terriers). Algunos de los que sobreviven mueren más tarde a causa de infecciones.
Cuando estos perros se considera que ya no valen para pelear acaban siendo abandonados, ahorcados, tiroteados o electrocutados.

Para comprobar si un perro será un buen combatiente es necesario enfrentarle a otros perros, pero a la vez debe procurarse que no sufra daños. Los dueños de estos perros solventan el problema enfrentándoles a otros perros sin experiencia que suelen ser mascotas robadas en urbanizaciones. Una alternativa es utilizar perros retirados de perreras y protectoras. Otra manera de procurarse las futuras víctimas es a base de poner anuncios ofreciéndose para adoptar mascotas.
A los agresores se les azuza pinchándoles con punzones o cuchillos para despertar su agresividad a tope. Se les obliga a recorrer hasta 5 kilómetros diarios, arrastrando pesadas piedras para fortalecer sus cuellos, ya que las mordeduras del rival se dirigirán preferentemente hacia esa zona.

Esas “maquinas de matar” frecuentemente provocan “accidentes” entre los de vuestra especie, por ello os habéis visto obligados a sacar nuevas leyes que obligan a registrar al perro y conseguir ciertas licencias para controlar a estos animales que en los últimos años han acabado con la vida de varias personas, en su mayoría niños y ancianos.
Estos animales no son capaces de controlarse y atacan las extremidades de sus víctimas las cuales caen al suelo y, una vez han sido derribadas se lanzan contra el cuello de los desdichados buscando la yugular.
La policía captura o abate al perro sospechoso de causar una muerte y le toma muestras del interior de la boca para encontrar sangre perteneciente a la víctima y así corroborar que el perro produjo el ataque. Una vez confirmado que es el causante de la muerte, se detiene a su dueño que pasa a disposición judicial.

En los pueblos de Arrayoz, y Oronoz Mugueire (Navarra), durante la primera semana de septiembre, se organizan las “luchas de carneros” en las plazas de ambos pueblos. Las parejas de moruecos se embisten hasta desnucarse. Este "entretenimiento" se da, también, en muchos pueblos de Guipúzcua

Los encuentros se suelen celebrar en plazas abiertas, estando presente el señor alcalde.
Los locales llaman al espectáculo "ari-joku", es decir, "lucha de carneros", denominación equivocada, pues el carnero no lucha. El carnero es el morueco castrado. Como dice el diccionario "la denominación de carnero se aplica solamente al macho adulto de la especie y en particular al que, casi siempre castrado, se destina a la matanza, pero el macho destinado a la reproducción y a la lucha, es el morueco". La denominación correcta, sería, pues, lucha, juego o apuesta de moruecos.
Algunos criadores, para ir habituando al morueco, suelen golpearle en la testuz con martillos de madera.
Los espectadores realizan sus apuestas sobre el ganador y también sobre el número de golpes que le bastarán para vencer.
Un carnero vencido es difícil que vuelva a luchar ya que recuerda el intenso dolor de los golpes recibidos, en ese caso es enviado al matadero.
Para evitar la pérdida de ejemplares bravos, en luchas muy igualadas y tras muchos topetazos cruzados, los propietarios, de común acuerdo, deciden frecuentemente declarar nulo el combate, anulándose también las apuestas. Estos animales se reservaran para la reproducción con la esperanza de que proporcionen al dueño nuevas posibilidades de ganar dinero haciendo pelear a sus hijos.

Las peleas de moruecos están prohibidas a tenor de los dispuesto en el artículo 8.° del Reglamento de Policía de Espectáculos Públicos, del 3 de mayo de 1935, que dice textualmente: "Quedan prohibidos los espectáculos o diversiones públicas que puedan turbar el orden o sean contrarias a la moral o a las buenas costumbres; asimismo, las peleas entre animales y el uso de animales vivos en cucañas o como tiro al blanco u otros similares , manteniéndolos sujetos y, en general, los que impliquen maltrato o crueldad para los animales".
Las peleas de carneros se celebran, sin embargo, al margen de todo permiso gubernativo, en desafíos privados entre propietarios, saltándose las leyes a la torera.

Otro de los crueles “deportes” que os gusta disfrutar en vuestro pais (a costa del dolor de otros animales) es el típico “arrastre de bueyes” muy propio del norte de España.
Se trata de organizar apuestas sobre el potencial de arrastre de piedras que pueden ejercer unas cuantas parejas de bueyes.
Los pobres animales deben arrastrar descomunales piedras por un itinerario que se repite varias veces en circulo hasta que los pobres bueyes terminan exhaustos. Durante el trayecto deben soportar una lluvia de bastonazos que les aplica el mono domestico que los conduce.
En algunos lugares se les obliga a arrastrar unos bloques de hormigón, de distintos pesos que se colocan en una corza o rastra, que no tiene ruedas y que lleva todo su armazón desplazándose sobre un prado (lo que hace más doloroso el arrastre). Cuantas más piezas se le colocan encima, más se entierra el artilugio que tiene que ser arrastrado por la yunta, y más esfuerzo debe hacer esta para moverlo.
La pareja que consigue arrastrar un mayor peso (en relación directa con la talla de los animales) es la vencedora en cada categoría, teniendo en cuenta también el tiempo empleado.

En Sanlúcar de Barrameda (Jerez), Puerto de Santa María, Puerto Real y San Fernando, durante los meses de verano, organizáis peleas de gallos. La tradición arranca de los tiempos de los romanos y griegos, cuando estas peleas se utilizaban como oráculo.
Hoy se organizan en ruedos alfombrados con esparto, y aireados por potentes ventiladores colgantes. De la primera fila del graderío cuelgan telas y chaquetillas viejas que sirven para evitar las salpicaduras de sangre.
La preparación de los gallos comienza ya antes de su nacimiento, con la selección de los padres más idóneos. Al cumplir los polluelos 25 días, se les vacuna contra la peste aviar, y más tarde con otra vacuna trivalente. Después de un período gregario, se les separa (a los seis o siete meses) y se les encierra en solitario, acompañados de una hembra, en el "plumero" (una jaula especial, de unos seis metros). Tres semanas más tarde se les practica el "afeitado", que consiste en cortarles la cresta y las barbas, para dificultar más la pelea a los adversarios al eliminar puntos de agarre.
A los ocho meses, se le pasa a la "estopa", período en el cual se contrasta la calidad del gallo. Para ello se le enfrenta en luchas ficticias, durante las que se protegen los espolones, con los llamados "bolillos", una especie de guantes cuya función es la de evitar heridas.
Los gallos tienen un preparador particular, que los entrena en la carrera, a desarrollar sus reflejos, y al vuelo en salto. Se les dan duchas de agua caliente, masajes, cuidados médicos, y comida especial, a base de maíz o de carne picada con yema de huevo duro. Superado este período, se dice que el gallo está "puesto", es decir, listo para pelear. La confirmación de tal disposición vendrá dada por dos síntomas que deberán tomarse en consideración.
En primer lugar, el gallo deberá mantener el mismo peso durante 15 días seguidos, y, en segundo lugar, deberá mostrar una permanente inquietud.
Para que la pelea sea legal, ambos gallos deben pesar lo mismo, y tener el mismo tamaño de espolón. Antes del combate, el ayudante del presidente se acerca a cada gallo y con un algodón mojado en agua les frota las patas y los espolones, para más tarde escurrir el algodón en su boca. Este ritual se lleva a cabo para verificar que el al gallo no se le han envenenado las patas o los espolones, de ser así, moriría envenenado con su propio veneno al escurrir el algodón en su cavidad bucal.
Alrededor del coso se sitúa el graderío donde se acomodan decenas de vociferantes primates, que lanzan al aire sus apuestas, pudiendo éstas llegar hasta los mil euros. Las peleas acostumbran a durar unos 20 minutos, después de las cuales uno de los gallos queda transformado en una masa sanguinolenta.

En España, los gallos pelean con sus propios espolones (hecho que alarga la lucha entre 15 y 30 minutos). En ocasiones se limita el tiempo de pelea a 30 minutos. Los dos últimos minutos, son marcados por la arena de un reloj, que mantiene en alto el presidente.

En Sudamérica, se les coloca a los gallos unos espolones de metal, largos y afilados, que actúan como guadañas de doble filo, con los que se atraviesan repetidamente, durante la lucha, ambos contendientes terminando, las más de las veces, abiertos en canal, en menos de tres minutos. De esta manera se dará cabida a más peleas y a más apuestas, lo que sin duda beneficiará este negocio a costa de vidas ajenas.
España exporta a Sudamérica entre 5.000 y 6.000 gallos de pelea cada año. Cádiz exporta el 90 % de esta cifra.
En 1982 se publicó un Real Decreto sobre el reglamento de espectáculos, que dice: "También podrán ser prohibidos los espectáculos o actividades que impliquen, o puedan implicar, crueldad, o maltrato para los animales". A pesar de la existencia de este decreto, las peleas de gallos se siguen celebrando en España, con total impunidad.
Como prueba de ello baste decir que, no hace mucho se celebraron en vuestro país los campeonatos del mundo de esta especialidad.

Una vez más os debo repetir que, en vuestra maldad, también os distinguís de los demás animales por vuestra habilidad para propiciar tales eventos. Sólo una especie animal como la vuestra es capaz de disfrutar con el dolor de las demás especies. Sólo vosotros, los humanos, sois capaces de ganar dinero apostando sobre la muerte de los demás. Sólo vosotros, malditos monos domésticos, sois capaces de babear de satisfacción ante la vista de tanta sangre derramada para vuestro placer.


jueves, 19 de febrero de 2009

MÁRTIRES DE LA VIVISECCIÓN.



Se calcula que más de un millón de gatos, perros, ra­tas, y ratones son utilizados en España, para experimentación científi­ca.
Según la OMS, de 900 productos farmacéuticos experi­men­tados con animales, só­lo 300 resultan válidos. Según una encuesta realizada por el Mi­nisterio de Industria y Energía, en 423 cen­tros de in­ves­tigación es­paño­les se trabaja con animales.
Los animales que el hom­bre utiliza para investigación, no son considera­dos como meros anima­les, sino como he­rramientas biológicas estandariza­das. Sin embar­go, son seres con un sistema nervioso casi idéntico al vuestro, con la mis­ma capacidad de sufrir dolor. Se les tortura en nombre de la Ciencia, para ali­mentar una deter­minada curio­sidad cientí­fi­ca. Quiero recordaros que Josef Mengele (el carnicero de Auschwitz) creía también que había seres inferiores para poder experimentar.
Algunos animales son operados, en algunas fa­cul­tades de veterinaria y en labo­ratorios científicos, hasta 30 ve­ces segui­das, sin aneste­sia.

Los ojos y la cara interna de las orejas de los cone­jos, se em­plean para analizar las reacciones corrosivas de los cosméti­cos, que más tar­de servirán para resaltar la belleza de la hembra del pri­mate humano.
Vuestras victimas son los conejos albinos porque son dóciles, baratos y tienen grandes ojos.
A los conejos, les arrancáis el pelo de encima de los o­jos, luego les sujetáis los parpados con clips y les rociáis uno de los ojos, cada día, con sprays. El otro lo dejáis intacto para poder compararlo con el ojo torturado.

La primera reacción es un abundante lagrimeo. Con los días, la córnea y la conjuntiva van cambiando; el conjunto se irrita, enferma y va quemándose y corroyéndose por la sustancia.
El ojo se convierte poco a poco en un foco de dolor intenso. Más tarde se queda ciego, hinchado y lleno de pus. Entonces es extirpado y examinado, en algunos casos con el animal vivo, para poder usar el otro ojo más tarde.
Se trata de encontrar una sustancia y una concentración de la misma que permita poder po­ner en la eti­queta del producto que utilizará la hembra del mono domestico, la siguiente fra­se: “no irri­ta los ojos".
Para poder hacer tal afirmación, antes se han tenido que quedar ciegos va­rios conejos.

El test de Draize deja ciegos a TODOS los cone­jos que se uti­lizan en el experimento.
Otros tests consisten en ir aña­diendo dosis del producto a experimentar, hasta que se llegue a matar al 50 % de los animales utiliza­dos. Los que experimentan estos tests mueren de una manera terriblemente agónica. A los animales se les suministran dosis orales (generalmente a través de un tubo insertado en su garganta) o a través de inyecciones, inhalación forzada o aplicación cutánea.
Usualmente se utilizan ratones, ratas, conejos, aves o peces, pero también se han usado gatos, perros y monos. Los tests suelen durar unas dos semanas (si los animales no mueren antes).
En estos mártires, vuestros científicos estudian convulsiones, lágrimas, diarrea, descarga y sangrado de los ojos y la boca.

Para otras pruebas, les afeitáis el pelo del lomo a los conejos y luego les aplicáis un esparadrapo sobre la piel, que se quita bruscamente. Se repite varias veces hasta que la piel es despegada, quedando en carne viva. Sobre la carne se echa el cosmético a probar (jabones, geles, desodorantes y lociones) y se cubre. Se observa la agresión química durante unos 10 días, estudiando las llagas, abriéndolas y cerrándolas de nuevo.

Vuestros lápices de labios se prueban en el recto de los cone­jos, produciéndoles unas úl­ce­ras tremen­das, y los sombreados de ojos se experimentan con hamsters, causándoles, también, terribles ul­ceraciones.


Tanto dolor, tanta tortura y tanta muerte para que vosotras os podáis considerar “más guapas”. Obtenéis vuestras “pinturas de guerra” (para vencer en la batalla de la seducción) a costa del sufrimiento de las demás especies.
Os pintáis vuestros hocicos con la sangre de otros seres vivos y os adornáis con sus lágrimas.
Para vuestros machos (y para vosotras) estaréis guapas por fuera, pero para mí y las demás especies que os contemplan ….estáis podridas por dentro.


En otras ocasiones experimentáis con hembras de diversos mamíferos preñadas para ver como un producto puede producir malformaciones o muerte del feto.
También os esmerais en los tests del proyecto Bion 12. La NASA tortura a chimpancés, clavándoles electrodos (agujas finas) en el cerebro ó músculos, repetidas veces, para poder hacer diversas mediciones.

A las ratas las es­polvoreais con un fertili­zante de nuevo uso, para comprobar que efecto tiene sobre los seres vi­vos.
Probáis espumas de afeitar, metiéndolas a presión en el estómago de animales. A otros les obligáis a inhalar laca para el cabello, hasta que caen en coma. A otras victimas les obligáis a ingerir champú y a los pobres conejos se lo echáis concentrado directamente a los ojos. Los dentífricos son obligados a ser tragados por ratas, cobayas y conejos. A los conejos (con ojos más sensibles que los vuestros) les obligáis a probar vuestras lentes de contacto y las soluciones de aplicación. También los bronceadores son probados sobre la su piel afeitada mientras se les bombardea con rayos ultravioleta para intentar provocarles un cáncer de piel.

Los perros "beagle" son uti­lizados para manipular sus vís­ceras de to­das las maneras imaginables. La raza "beagle", es la es­cogi­da­, por su pequeña estatura, y su docilidad. Ello los convierte en los mejores candida­tos para ser destripados. Como cada perro ya costaba en 1990 entre las 40.000 y las 50.000 pesetas, cada vez se recurre más, a los perros ca­l­lejeros, lo cual es a todas luces ilegal.
Las propias Uni­ver­sida­des y Faculta­des de veterinaria, se niegan en muchas ocasio­nes a faci­litar informa­ción sobre la procedencia de los animales utili­zados en el labo­rato­rio, para no tener que confesar la ilegal procedencia de mucho de su material de experimentación.

Los perros son abiertos de arriba abajo, mutilados, les son quebradas algunas de sus extremi­dades o vértebras, utilizando para ello un martillo mecánico, se les inocu­lan virus de todo tipo, en diferentes fases de estudio, se les somete a trans­plan­tes de cabeza, o de diversos órganos, se les obliga a tragar el humo de dece­nas de pitillos, uno tras otro, o se les alcoholiza, for­zándoles a tra­gar alcohol en grandes dosis.
En ocasiones, se libera al perro enjaulado para disparar, acto seguido, contra él. Se trata de averiguar el efecto producido por el impacto de un nuevo tipo de bala. Al pobre animal se le utiliza para ver el tipo de desgarros que ocasio­na el proyectil, y el tiempo que tarda en morir.
Y luego me vendréis con el cuento de que el ser humano es el paradigma de la bondad.

Los bonobos creemos fervientemente que el derecho a no ser tor­tura­do no per­te­ne­ce únicamente al primate humano. En realidad, cuanto más clara se vea la diferencia entre un animal y una piedra, menos se debe­ría tratar al animal como a una piedra.
Lo malo es que a vosotros os cuesta en muchas ocasiones saber diferenciar entre una piedra y un animal.

viernes, 13 de febrero de 2009

MATAR A UN ANIMAL


Los mecanismos irracionales de inhibición se manifies­tan de manera diáfana en los casos en los que la moral racional considera totalmente lícita la acción de matar, como sucede cuando se trata de dar muerte a un animal no humano. Las excepciones honrosas a esta la­xitud de con­ciencia las tenemos en algunas religiones que prohíben, de manera taxa­tiva, matar a cualquier animal. Entre ellas, evidentemen­te, no se en­cuentran ni el cristianismo, ni el islamismo ni el judaísmo.
El hinduismo, budismo y jainismo optan por el vegetarianismo para respetar la vida animal, mientras que a los fieles pertenecientes a la religión cristiana, judaica e islámica se les ordena matar a determinados animales para aplacar la sed de sangre de su Dios.
A ellas hay que añadir a otras religiones menores que también requieren sacrificio animal, como las animistas, la religión Yoruba, la santería, etc.
Los sacrificios de los de vuestra especie fueron practicados en muchas culturas antiguas. Matabais a las víctimas ritualmente de una forma que pretendía apaciguar la agresividad de vuestros dioses. Los sacrificios humanos fueron practicados en las religiones celtas de la edad de bronce y en los rituales relacionados con la adoración de los dioses en los Países Escandinavos. Para los habitantes de la antigua Cartago, enemiga sempiterna de Roma, el sacrificio de sus crías recién nacidas era también una manera de aplacar a sus dioses.
Siendo como sois, y creando dioses como los que creáis, no os han de extrañar ese tipo de comportamientos.
Si hojeáis la Biblia veréis que el Dios que adoráis, en el colmo de su maldad, se atreve a pedirle a Abraham que mate a su único hijo y se lo ofrezca en sacrificio.


Antiguamente, cuando sacrificabais a otros animales para rendir culto a vuestros dioses, los solíais matar y quemar, pues estabais convencidos que la ofrenda llegaba al cielo en forma de humo. Sacrificabais varios tipos de animales, sanos y de buena calidad y sólo recurríais a inmolar a los de vuestra especie cuando queríais hacer un obsequio especial a vuestras divinidades. El “regalo” subía de categoría cuando la víctima era una doncella o un guerrero sano y fuerte.

Los primitivos griegos sacrificaban varios tipos de animales (cabras, ovejas, caballos, perros y ganado vacuno), y a veces consumían parte de sus carnes en un banquete para sellar la comunión con los dioses.
En México, antes de la conquista (y masacre) española del siglo XVI, los aztecas ofrecían sacrificios humanos al dios del sol, práctica que se cobraba unas 20.000 vidas cada año.
Y yo, una vez más me pregunto: ¿Qué tipo de bestia horrible sois los humanos? Sois la única especie animal capaz de inventarse dioses malignos a los que sólo se puede calmar sacrificando vidas inocentes, para poder ofrecerles su sangre.
Incluso el Hinduismo (que respeta la vida animal), antiguamente, durante el periodo védico, tenía a sus sacerdotes ocupados en ofrecer en sacrificio seres humanos junto con otros animales y plantas en momentos estipulados.
También los antiguos chinos practicaban el sacrificio humano y hacían ofrendas de animales a los dioses y a sus antepasados.
Hoy en día, todavía se matan cabras y gallinas en algunos templos de la India y del Nepal.

La manera de matar hindú se basa en el estilo Jhatka, que consiste en cortar la cabeza de la víctima de un solo tajo con una pesada espada. Esa es la manera más piadosa de matar ya que de un solo golpe se secciona la columna vertebral y los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro.
Árabes y judíos son muchísimo más crueles a la hora de matar. Cortan la garganta del animal y le dejan desangrarse poco a poco, mientras lo inmovilizan unos cuantos de los monos domésticos que ejercen de matarifes.

Organizaciones protectoras de animales han pedido que se prohíban estos métodos de sacrificio, a no ser que incluya un aturdimiento del animal, previo al sacrificio.
El informe ha sido objeto de rechazo entre las organizaciones judías y musulmanas. No obstante, algunos eruditos musulmanes han recordado que, en principio, no hay nada en el Islam que se oponga al aturdimiento de los animales con anterioridad a su sacrificio.
Por su parte, un alto representante de la comunidad judía, Henry Grunwald, afirmó que "la comunidad se opone a cualquier propuesta que nos impida vivir con arreglo a la Ley judía. Los expertos han confirmado que el método judío para el sacrificio de animales es, al menos, tan humano como el resto de los otros métodos que se emplean. Llamamos al gobierno a asegurar que se mantenga el respeto a los derechos de la comunidad judía".
Estoy de acuerdo en que es un método muy “humano”, ya que, como sabeis, siempre os he comentado que sólo los humanos sois capaces de tales atrocidades.

El sacrificio dhabhu es el utilizado por los adictos al Islam. Consiste en cortar el conducto de la garganta y las dos venas yugulares del pobre animal.
La expresión que se dice en el sacrificio es: “Bismillah wa Allah Hu Akbar!” ("En el nombre de Allah y Él es el más grande").
Allah dice en el Corán:
Y no comáis de aquello sobre lo que no haya sido mencionado el nombre de Allah, pues es una perversión.” (Sura de los rebaños/121).
Está permitido el sacrificio con todo aquello que haga derramar sangre por el corte de las yugulares, sea de hierro u otro material, exceptuándose los dientes y las uñas.
La victima es colocada sobre su lado izquierdo y encarada en dirección a la Meca.
Se empieza el degüello del animal desde la parte delantera de la garganta y se continúa hasta terminarlo.
Nunca se inicia el degüello por la zona de la nuca o lateral del cuello.
Tampoco deberá entrar el cuchillo para cortar más allá de la garganta y las dos yugulares, porque si se hace una de estas tres cosas no se permite comer el animal. La garganta se refiere al conducto por el que circula el aire de la respiración, y las dos yugulares se corresponden con las venas que corren a lo largo del cuello.

Dice el Coran:
“Envió al Profeta Budail Ibn Warqa a un lugar de Mina y le dijo: ¿Es que no se sacrifica en la garganta y se degüella en el orificio de la cabeza del esternón? No tengáis prisa para que muera.”
Y en un texto de Ibn Al Habib se cita:
“Si se sacrifica por el cuello o por la nuca no se comerá aunque se haya puesto la intención del sacrificio.”
“Comed de aquellos de los que sale su sangre y sobre los que se menciona el nombre de Allah.”
“Si se sacrifica un animal teniendo una cría en su interior, si sale viva hay que sacrificarla para comer de ella; pero si muere antes de que pueda sacrificarla se come. Si sale muerta habiéndose formado completamente y con pelo crecido, se come. Pero si no está formada no se come”.
En resumen: La cría se come, por consenso, si sale viva y se sacrifica. Como opinión más generalizada, se come al sacrificar a la madre y si tiene pelo, aunque salga muerta.

El Islam, la tercera gran religión monoteísta surgida después del judaísmo y el cristianismo y que practican unos 1.200 millones de personas en todo el mundo. Celebra la Fiesta del Sacrificio o Aid El Adha, en recuerdo del cordero que Abraham degolló como sacrificio a Dios en lugar de su propio hijo. Todos los años por esas fechas (día décimo del mes lunar del Dualhuya), los padres degüellan un cordero o un animal macho que se prepara y come en familia. Es el principal rito de unas celebraciones que se prolongan varios días. Los corderos son sacrificados al concluir el rezo de la mañana y, en su mayor parte, las familias recurren a matarifes que recorren las calles con sus instrumentos para ofrecer sus servicios.
La matanza se hace siguiendo el rito Allah, que establece que el matarife debe hacerla con un cuchillo santo, según marca la tradición. Tras colgar al cordero con la cabeza mirando a la Meca y rezar unos versículos del Corán, se degüella al animal. La fiesta dura dos días enteros.
En Argelia existe también la costumbre de acompañar los asados con el buzeluf, una preparación al horno de la cabeza de los animales sacrificados.
Los islámicos no sólo sacrifican corderos, también matan cabras, vacas e incluso camellos, en la “fiesta del sacrificio” (Aid El Adha), en época de peregrinaje a la Meca.

Con el sacrificio del cordero, centro y meollo de la Pascua, los judíos celebran y actualizan anualmente su origen como “pueblo elegido de Dios”, ¡¡ faltaría más ¡¡.
Según las sagradas escrituras, el Ángel exterminador que pasaba masacrando a los recién nacidos de todas las casas, se saltaba las casas cuyo dintel estuviera marcado con la sangre del cordero pascual (Ex 12, 21-28).

Aún en los casos en los que la moral tradicional jus­ti­fica la tor­tu­ra y muerte de un animal (como por ejemplo en vivisec­cio­nes, manifes­ta­ciones culturales y ritos religiosos), se detecta en todo mono domestico psíquicamente equilibrado (cosa harto difícil, por otra parte), cierto tipo de aversión a matar.
Esta sensa­ción podría considerarse una reminis­cen­cia de un an­cestral sen­tido ani­mal de no agredir al que no significa un peligro in­minente, sensación que nosotros, los bonobos, siempre hemos tenido muy presente.
Esta dis­posición se acentúa, aún más, cuando se trata de sacri­ficar a un ani­mal que por su morfología os recuer­da vuestro propio cuerpo.
Cuanto más cer­ca de vosotros, en la escala evolutiva, se en­cuentre un animal, tan­to más difícil os será disponer de su vida.
Se hace más difícil ma­tar a un vertebrado que a un invertebrado (al que casi siem­pre se le mata por sistema). ¡ Qué pocos sois los humanos que os resistís a pisar la cu­cara­cha que se cruza en vuestro camino !...

Entre los verte­brados, son más fáci­les de eliminar los que el hombre denomina "infe­riores", siempre y cuando sus for­mas no recuerden partes de vuestro cuerpo. Así no hay ningún tipo de obje­ción cuando se trata de capturar a un pez, y sí la hay, sin embargo, cuando se tra­ta de matar a un sapo o a una rana, puesto que sus extre­mi­dades se parecen demasiado a las vuestras.


El mismo tipo de inhibición se mani­fi­esta tam­bién frente a las formas juveniles de diver­sos anima­les, las cuales desencadenan un sentido innato de protección al débil.


Por otra parte, la muerte de un animal es mucho más sentida cuando se ha logrado es­tablecer una relación de convivencia con él.
Años atrás, en vues­tro país, se acostumbraba a comprar, con una cierta antelación, al ga­llo, pato o pa­vo que iba a sacrificarse por Navidad. Los jóvenes de la casa tenían ocasión de jugar y alimentar a su nueva mascota durante el perío­do va­cacional navideño. Al llegar el día señalado para el sa­crificio, el drama doméstico era total. ¿Quién mataría a la mascota?, y una vez muerta... ¿Quién sería capaz de comérsela? En algunos casos se sol­ventaba la papeleta regalando al animal, y colocando a un sustituto en la cazuela.
Una vez metidos en el proceso de sacrificar al animal, vuestra in­hi­bición será tanto más acusada cuanto más directamente in­ter­vengais en su muerte.

No es lo mismo colocar a un gato en un frasco saturado con una cantidad letal de cloroformo, que estrangu­larlo con vuestras pro­pias manos. En el segundo supuesto, debéis enfrentar­os a sus maulli­dos y bufidos, así como a su desesperado pa­taleo. Como bien apunta el premio Nóbel, Konrad Lorenz, existe, con toda seguridad, una buena dosis de falsa mo­ral en la teoría de que es más ético darle a un animal una mu­erte rápi­da y sin dolor, cuando realmente lo que buscáis es no te­ner­os que en­frentar con los estímulos que desencade­nan la inhibición, que par­ten constantemente del organismo al que se pre­tende eliminar.
Nunca he acabado de entender porqué vuestras leyes consideran más grave el asesinato “por la espalda” ya que considero que el asesino es aun más depravado si es capaz de matar frente a frente a su víctima superando, sin inmutarse, la mirada, los ruegos, las súplicas y las muestras de miedo y desespero de sus víctimas.

En fin, la evolución os ha hecho así y nosotros le agradecemos profundamente que se haya olvidado de los bonobos y de los demás animales a la hora de repartir las maldades, las cuales, al parecer, han recaído todas sobre vosotros.