viernes, 30 de abril de 2010

LA AGRESIVIDAD EN EL DEPORTE ( II )



Muchos son los deportes favoritos del mono domestico que contienen elementos de a­gre­sión ri­tua­lizada. Algunos de los más populares son: el jockey sobre patines o sobre hielo, los bolos, el tiro con arco, el tiro olímpico, los lanzamientos de jabalina, de peso o de martillo, los dardos, el rugby, el fútbol, el waterpo­lo, el balonces­to, el judo, el boxeo, el karate, la lucha li­bre, la caza, la pesca submarina...etc.


Obsérvese como en muchos de estos deportes se ritualizan secuencias de caza (el tiro con arco, los dar­dos y los lanzamientos en atletismo).

En otras es­pecia­lidades at­lé­ticas, como son las carreras de "sprint", las de fondo o las de salto de obs­táculos, se ritualizan las fases de per­secución que se dan du­ran­te la caza.


En todos los de­portes con pelo­ta o ba­lón, los com­po­nen­tes de los equipos deben "ca­zar" (capturar) la pelota, para lue­go, ma­ne­jándola con habi­lidad propiciada pos sticks, pier­nas, o bra­zos, lle­gar a in­troducirla en la meta del contra­rio (una cueva hecha con redes). Para lograr­lo, el equi­po habrá tenido que desa­rrollar una perfecta estrategia de ataque o defensa para la caza y captura del balón en la que participan los elementos de la mini tribu.


Ni que decir tiene que la caza o la pesca submari­na,.. es "CAZA", sin más.


Un safari foto­gráfico, es en reali­dad, una ex­pedición de caza in­cruenta, como lo es la de cual­quier fo­tógrafo que salga al campo con el propósito de foto­grafiar especies animales.


Antes de salir de casa fotógrafo naturalista prepara su iti­nera­rio por una zona donde espera encon­trar vida ani­mal, se viste con una indumen­taria críptica muy similar a la que utili­zaría un cazador, con el fin de pasar desaperci­bido entre la ma­leza. Pre­para su armamento (cá­mara fotográ­fica o vi­deo­cáma­ra) para tenerla en perfectas condi­ciones.

Una vez en la zona "de caza", procederá a seguir sigilosa­mente las pistas que le habrán de lle­var al animal que in­tentará "captu­rar" en imágenes. Loca­li­zado el ejemplar, el fo­tógrafo se apostará (cual caza­dor) y "apun­tando" su cá­mara hacia la presa, la centrará en su punto de mira, para a conti­nuación "dis­parar", oprimiendo el percutor. Acto seguido, la cámara digital intro­du­cirá de manera automática una nue­va "bala" en la recáma­ra y la tarjeta de memoria queda presta para grabar un nue­vo dis­paro.

Con las antiguas cámaras analógicas el hecho de recargar una “bala” se hacía aún más evidente. La “munición” se vendía en cartuchos de 36 “balas” (exposiciones) y una vez disparada la cámara, la cargábamos manualmente con una nueva “bala” de las que nos quedaban en la recámara (cartucho).


El fotógrafo naturalista vuelve a casa con una serie de "captu­ras", que en lugar de balancearse san­grantes en su cinto (como ocurre con el cazador), esta­rán retenidas en su rollo de celu­loide o en su “tarjeta de memoria”.


Al igual que todo caza­dor, el fotógrafo, gusta de exhibir sus tro­feos de caza. Mostrará sus archivos de diapositivas o sus fotografías digitales, mientras que el cazador se ufana mostrando los cadáveres disecados de sus victimas colgando de la pared.


Por desgracia, algunos de vosotros, necesitáis sangre para disfrutar de la caza. Necesitáis exterminar vidas físicas y no os sentís satisfechos con “capturar” sólo imágenes.


Los bonobos consideramos despreciables a todos los monos domésticos que matan por placer; tanto nos da que en vuestra lista de “cazadores” notables figuren determinados jueces, políticos de renombre, Delibes …o vuestro Rey.

Todos ellos quieren matar y todos ellos disfrutan o disfrutaron matando. Malditos sean TODOS ellos…sin excepción.


Algunos de estos animales humanos, encima, se jactan de “querer a la Naturaleza” y de “amarla sobre todas las cosas”. Aman a la Naturaleza … mientras la tirotean ¡¡¡.


Mucho más nobles son los primates humanos que disparan cámaras en lugar de disparar armas. Ellos prefieren capturar las bellezas naturales de manera virtual en lugar de irlas eliminando físicamente entre dolores.

Los primeros, una vez capturada la imagen, abandonaran la zona dejando tras de si al animal con vida para que otros puedan seguir disfrutando de la belleza de su cuerpo y de su canto.


Los cazadores, por el contrario, después de manipular con satisfacción los cuerpos inermes de sus víctimas, se alejaran del lugar dejando un rastro de sangre mientras se secan sus manos en el faldón de su casaca. Están ya de nuevo listos para seguir matando…


Cuando no disponéis de armas reales, matáis con armas ficticias. En algunos juegos de ordenador o de la Play, a medida que vais acumulando puntos, podéis cambiar vuestras armas por otras mucho más letales lo cual os da la oportunidad de matar más y mejor.


En algunos juegos, matáis, incluso sin armas. En esos casos matáis usando estrategias de desplazamiento. Moviendo vuestras fichas o piezas adecuadamente, capturáis o matáis las fichas o figuras del contrario; eso es lo que hacéis cuando jugáis a las damas, al ajedrez, al abalone, etc.



Agresividad, violencia, peligro y desafío a la muerte, son los alicientes que busca el animal humano hoy día, en los deportes de nuevo cuño, como son el "rafting", barranquismo, "puenting", "benji", etc. Todos ellos están clasificados entre los llamados “deportes de riesgo”, es decir, se encuentran entre las actividades deportivas con altos índices de lesiones graves y que cada año se cobran victimas mortales.



A finales de los ochenta estalló la moda del "rafting". Este de­porte consiste en descender los rápidos de un río en barcas neu­máti­cas en las que caben de seis a doce personas. Su único equipo con­siste en un casco, un traje de neopreno y un chaleco salvavidas. El grupo es salpicado constantemente por el agua y sus gritos se pier­den entre el ruido ensordecedor de los remolinos que en ocasio­nes ha­cen gi­rar la balsa sobre sí misma de manera vertiginosa.


El barranquismo consiste en bajar por el curso de un río sor­teando to­das las dificultades naturales que se vayan presen­tando. El prac­ti­cante debe, nadar, caminar, saltar, hacer "rappel" y desli­zarse por cavidades. Este nuevo deporte se cobra un buen número de vidas cada año en España (una media de 17 personas por año).


El "puenting" es una nueva actividad deportiva que tuvo su origen a principio de la década de los ochenta, en Inglate­rra. A me­diados de esta década se hizo muy popular en Francia, donde lo prac­ti­caron nu­merosos escaladores. El material utilizado consiste en una cuerda dinámica de poliamida de 10 u 11 milímetros de diáme­tro, y con una re­sistencia de 1.800 kilos, unos puntos de anclaje resistentes, unos mos­quetones y un arnés de escalador.

Los que practican esta nueva modalidad deportiva mani­fi­es­tan que después de haber saltado sienten una sensación equivalen­te a la de haber tomado medio tubo de tranquilizantes. De hecho la fuerte im­presión que recibe el organismo al caer provoca la secreción de jugos gástricos y una mayor activación hepática y renal. Se pro­du­ce al mismo tiempo una fuerte dilatación arterial y venosa a la vez que se activa el ritmo cardíaco (unas 135 pulsaciones por mi­nuto tras un salto de 15 metros).

La sensación de lanzarse al vacío pro­voca adicción en los que prac­tican el "puenting". Se experimenta una sensación mixta entre an­gustia y placer, al estilo de la que se siente cuando se cae en pi­cado por una empinada "montaña rusa".

Existen diversas variedades de "puenting"; desde saltar del lado exterior de la barandilla, hasta hacerlo de espaldas para evi­tar el vértigo o de cara para obtener una mayor impresión. Los más a­tre­vi­dos toman carrera desde el centro del puente y saltan por la baran­da como si se lanzaran a una piscina, realizándose figuras simi­lares a las de los saltos de trampolín. Algunos, para experimen­tar nuevas emo­ciones, se lanzan con los ojos vendados, otros, se en­rollan la cu­erda al cu­erpo para dar diver­sas volteretas mientras caen. Algu­nos piden a sus compañeros que los levanten a pul­so y los lancen al va­cío. Esta úl­tima modalidad es la más impactante, ya que el que es lanzado no puede con­trolar el salto y mientras cae siente unas enor­mes ganas de aga­rrarse a algo, sin encon­trar en que. Tam­bién se practica el salto en grupo, que consiste en saltar varias personas a la vez cogi­das de la mano o enlaza­das por la cintura.

Cuando la proximidad de dos puentes lo permite, se sue­le atar un extremo de la cuerda a un puente y se salta desde el otro. Ello pro­voca una mayor pendulación de la cuerda y la indescriptible sensa­ción de aproximarse a toda velocidad contra el otro puente para pasar por su ojo y pendular durante un rato. Si se dispone de un solo pu­ente, se ata la cuerda a una barandilla y se salta desde la otra. De esta manera se provoca también una pendulación, aunque no tan acu­sada como en el caso anterior.


En Nueva Zelanda, se practica el ritual de lanzarse desde una to­rre de bambú con una liana atada al tobillo, de tal mane­ra que al caer el saltador, la cabeza le quede a sólo unos milímetros del sue­lo. La medida de la liana y su preciso trenzado pertenecen a los secretos de la tri­bu, cuyo depositario es el brujo. Con el salto, el nativo pretende demostrar su valor ante la comunidad.


Este ritual ha inspirado el deporte del "benji", que con­siste en lanzarse al vacío en caída libre, sin pendular. En 1989, el ré­cord de caída libre se hallaba situado en los 140 metros.

Para el "benji" se utiliza como cuerda una goma flexi­ble. Mien­tras no se agota la longitud de la goma, es un auténtico vuelo li­bre. Poco después se da una suave y progresiva frenada, al irse esti­rando la goma, lo que provoca que su tamaño llegue a aumen­tar has­ta tres veces el original. Cuando parece que el salto ha llegado a su fin, se produce de pronto, una subida vertiginosa a toda veloci­dad que puede llegar a ser del 80 % del total de la bajada. Los sal­tos con cada goma son limitados.


La actividad deportiva agresiva es practicada especialmente por los indivi­duos más jóvenes de la población. El deporte les propor­ciona la posi­bilidad de ejercitar la musculatura, de aprender a tra­bajar en equi­po, de luchar y de adquirir un cierto rango entre los amigos o ante la sociedad.


Ter­minaré este apartado dedicado a la agre­si­vidad ca­na­li­zada a tra­vés del deporte, comentando que la agre­sividad se halla pre­sente en ma­yor o menor grado en todos los deportes de confronta­ci­ón, bien en­ten­dido que tampoco se libran de ella, los deportes cla­si­fi­ca­dos por algunos auto­res como "no agresivos". Cali­ficación que a me­nudo se da al tenis.


Si pasamos a hacer un análisis de esta espe­cia­lidad de­por­tiva, veremos que existe una gran gama de golpes con un alto compo­nen­te agre­sivo, como son el "smash" o el "ace". En ambos casos la pe­lota se lanza con gran fuerza contra el campo contrario. Como es sa­bido, al "smash" se le llama tam­bién "mate"… y al “smashar” se le llama también “matar” …. al contrario.

Otros de los golpes que se ejecu­tan en tenis son mucho más suaves, pero ciertamen­te humi­llan­tes para quien los reci­be. Se trata de la "dejada", el "lob lif­tado" o el "pasing shot", y si el jugador no se esmera lo sufi­cien­te puede caer víctima de un 6-0 en el set,...el temido y humillante "rosco", como se le conoce en el argot tenísti­co.


Como veis, en vuestros deportes y en vuestros juegos se manifiesta de manera evidente vuestra naturaleza agresiva y vuestras ansias de ganar a toda costa. En la mayoría de los casos os cobráis victimas ficticias pero en otras ocasiones (por desgracia) las victimas son reales.


En vuestra estupidez, a veces, sois incluso capaces de terminar con vuestras propias vidas … ¡¡ JUGANDO ¡¡, como ocurre con los "Conductores kamikazes", los que juegan a la "ruleta rusa", etc., etc.


Los bonobos no damos crédito a nuestros ojos.

miércoles, 21 de abril de 2010

LA AGRESIVIDAD EN EL DEPORTE ( I )




Últimamente, se está discutiendo mucho el papel del deporte en vuestra sociedad; mientras unos lo consideráis una valiosa válvula de escape (costumbre-válvula) que descarga la agresividad, otros lo consideráis peligroso porque creéis que produce justamente el efecto contrario, al igual que el caso del cine violento ya mencionado en mi anterior post. En este campo se confunden una vez más, los efectos a corto y largo plazo.

Sipes, en sus experimentos para refutar la teoría catártica de la agresión, parte del supuesto de que, en los pueblos belicosos, los deportes que implican lucha deberían ser menos frecuentes que en los pueblos pacíficos (si la hipótesis de catarsis es cierta). Por otra parte opina que, según esta hipótesis, la práctica de deportes agresivos debería disminuir en épocas de guerra. Pues bien, ninguno de estos supuestos se confirma. Las culturas belicosas se dedican incluso con más ahínco a los deportes de lucha que las culturas pacíficas, y en los EE.UU. no declinaron los deportes agonísticos durante la Segunda Guerra Mundial, durante el conflicto de Corea o durante la Guerra del Vietnam.

Ningún etólogo hubiera esperado otra cosa. Las sociedades belicosas del animal humano enseñan a sus miembros a ser agresivos, por ello cultivan los juegos de lucha. Su práctica significa un entrenamiento para la agresión a largo plazo, pero procura al mismo tiempo la catarsis interna del grupo como efecto a corto plazo.

Existen entre vuestra especie culturas pacíficas con costumbres-válvula en forma de juegos, concursos de canto, etc., pero Sipes, no les prestó atención. Los bosquimanos (que Sipes considera una cultura pacífica sin ningún tipo de juegos de lucha), tienen numerosas formas de juego como los lanzamientos de flechas y las danzas competitivas, además de practicar la caza.

La guerra y los deportes de lucha no funcionan como canales alternativos para descargar las tensiones agresivas acumuladas en el mono domestico.

En muchos de vuestros deportes la lucha aparece de manera disimulada formando parte del juego, en ellos el contacto corporal no se permite o se autoriza únicamente si es poco evidente. En otros deportes, sin embargo, la lucha es directa y el contacto físico puede llegar a ser violento. Entre estos deportes destacan el karate, "full contact", lucha libre, sumo, judo, esgrima, lucha grecorromana, boxeo, etc.

Analicemos, por ejemplo, el caso del boxeo. El boxeo es uno de los deportes más antiguos. Excavaciones arqueológicas realizadas en Creta demuestran que 1.500 años antes de vuestra era cristiana ya se practicaba en aquella isla una forma de pugilismo. La versión moderna se introdujo en 1886 en Inglaterra, haciéndose rápidamente popular.

Antiguamente no se fijaba el número de asaltos. Los combates duraban hasta la extenuación de alguno de los contendientes. El récord de duración de un combate, se dio en 1893, en una pelea entre J. Coger y T. Burnker. Dicho combate duró 110 asaltos (siete horas y 19 segundos). La confrontación tuvo que suspenderse por falta de luz y fue declarada nula. Para evitar las masacres que se producían, en el año 1900, se limitó el número de asaltos hasta un máximo de 15.

El objetivo de este “deporte” es hacer daño en el cerebro y en el hígado. Se busca especialmente la conmoción cerebral (KO). Algunos de vuestros deportes peligrosos pueden ocasionar daño cerebral accidentalmente, pero en el caso del boxeo se busca la conmoción cerebral a base de repetidos golpes en la cabeza. Se trata de un espectáculo en el que el público está deseando que uno de los púgiles sea derribado a puñetazos y quede en tal situación que sea incapaz de levantarse antes que el árbitro agote la cuenta de diez.
Si el adversario le parte la ceja al contrincante, el público le anima para que siga golpeándole en el mismo punto, a fin de provocarle una mayor hemorragia que mine sus fuerzas y le obligue a abandonar.

Hace unos años, en 1974, 165 neurólogos británicos investigaron los daños cerebrales causados en practicantes de diversos deportes. Encontraron a 12 jinetes, 5 futbolistas, 2 jugadores de rugby, 2 luchadores y un paracaidista con daños cerebrales…. APARTE DE 290 BOXEADORES ¡¡¡ … y ello pese que el número estudiado en otros deportes era mucho mayor que el de boxeadores. No es de extrañar pues que el boxeo se prohibiera en Suecia en 1969 y en Noruega en 1982.



Cuando la cabeza recibe un fuerte golpe, el cráneo se mueve, y el cerebro, que tiene libertad de movimientos dentro del cráneo le sigue con más lentitud. El movimiento a dos velocidades diferentes de cerebro y cráneo provoca un impacto de efectos catastróficos. El cortex cerebral se mueve mientras el cerebro va de un lado a otro de los afilados tabiques de hueso y de la membrana externa (duramadre). Alguna parte puede chocar contra salientes óseos provocando hemorragias cerebrales.
En el boxeo, muchos de los golpes son laterales, con lo que la cabeza se mueve en rotación asimétrica lo que produce daños más graves. Ciertas zonas críticas responsables del habla, memoria y movimiento son dañadas una y otra vez.
A consecuencia de ello se producen daños oculares gravísimos, como los desprendimientos de retina. Las hemorragias intercraneales agudas pueden causar la muerte (algunas veces en el mismo cuadrilátero) y la disfunción cerebral crónica y progresiva que es propia del boxeador que ha encajado demasiados golpes.
La gran perdida de neuronas en la zona de la memoria incapacita al boxeador. El llamado "punch drunk" en el argot pugilístico, que se traduce por "sonado". Se da especialmente, en hombres que han sufrido castigos reiterados en la cabeza a lo largo de su carrera deportiva. El carácter del boxeador va cambiando de manera progresiva, haciéndose con el tiempo más irritable, inestable y presentando una clara disminución de la memoria. 11 de cada 15 boxeadores estudiados tiene señales de la enfermedad de Parkinson.



Desde el punto de vista neurosiquiátrico y neurológico, está demostrado que a muchos boxeadores (un 70%) les quedan secuelas irreparables por lo irreversibles. La gran mayoría de los púgiles, ya antes de finalizar su carrera profesional, tienen algún problema en la articulación de palabras, manifestando también lesiones en el aparato locomotor. Muchos terminan en los psiquiátricos sus últimos días esperando una muerte prematura.
Aparte de lo antes mencionado, entre las lesiones más frecuentes destacan las fracturas de mano, nariz o mandíbula, roturas musculares, hemorragias renales, etc.

Últimamente se ha descubierto que incluso los golpes “normales” en un combate de boxeo causan contusiones cerebrales que provocan la perdida de neuronas que nunca serán reemplazadas. Para llegar a esa conclusión se estudiaron los casos de 20 boxeadores aficionados de la Marina inglesa que pasaron 40 controles. Se empleo un marcador radioactivo (tecnecio) en el flujo sanguíneo y, usando una cámara gamma se examinaron los vasos sanguíneos. Su imagen quedo interrumpida en las zonas dañadas. Eso, repito, considerando los golpes “normales”, pero algunos golpes son demoledores; el puñetazo de Frank Bruno (peso pesado británico ex campeón de Europa) fue medido por físicos dando una equivalencia del impacto de un peso de 500 Kg. A más de 32 kilómetros por hora.

La mayoría de los boxeadores provienen de una condición social pobre, de barrios deprimidos por el paro y el exceso de población. La explicación está en que a este "deporte" tan duro llega con más facilidad el que está acostumbrado a sufrir, a pasar hambre, etc... el más curtido por la dureza de la vida.
Los púgiles aceptan el riesgo a cambio de tener el dinero suficiente para alcanzar el nivel social de otros monos domésticos. Intentan salir de la miseria a puñetazos...

Durante los años veinte, se hicieron famosas las cenas de boxeo, donde los “caballeros” bebían, comían y apostaban, mientras a pocos metros de ellos un par de boxeadores se agredían sobre el ring. Las mesas más caras eran las más cercanas al cuadrilátero. Dicha cercanía les proporcionaba el "placer" de ser salpicados por la sangre de los contendientes mientras consumían un jugoso solomillo.
Han pasado los años, pero la tradición aún se conserva en el Grosvenor House Hotel de Londres, donde la temporada de boxeo se extiende de octubre a junio. En dicho local no se admite la presencia de mujeres y sólo se permite la entrada a los poseedores de invitación, que deben acudir vestidos de rigurosa etiqueta. En las noches de boxeo se congregan alrededor de mil comensales en el lujoso local.

Aunque los cinco factores básicos que los jueces aprecian para valorar la actuación de cada boxeador sean: la ciencia, la fortaleza, la combatividad, la defensa y la deportividad, lo cierto es que, la gran mayoría del público asiste a los combates buscando únicamente ver agresividad, impactos, heridas, sangre y el K.O. de uno de los púgiles, ya que, en honor a la verdad, el fin último que se persigue en el ring es el de producir la conmoción cerebral del rival, provocándole una pasajera "muerte fisiológica", que debe durar un mínimo de 10 segundos para poder contabilizarse como fuera de combate. Cuanto mayor sea el número de fueras de combate, más cobrará el púgil, puesto que atraerá a más monos domésticos a la velada. Según las encuestas las audiencias televisivas sólo están interesadas en el KO: un triunfo a los puntos es una decepción.

¿Qué se puede esperar de una especie de animales que cuenta entre sus particulares diversiones un “deporte” que consiste en agredirse de manera brutal? ¿Conocéis a otra especie animal, aparte de la vuestra, que disfrute mirando como dos de sus congéneres se golpean hasta partirse las cejas, la nariz, el hígado, etc. …Buscando provocarse mutuamente una conmoción cerebral? Estremecedor, por lo impresionante, es el grito de alegría que lanza la multitud de monos domésticos al descubrir los primeros rastros de sangre en la cara de los púgiles. Y estremece aún más, por lo desagradable, la explosión de alegría y los saltos de la muchedumbre enloquecida al comprobar que uno de los contendientes besa la lona al caer conmocionado.



A los bonobos siempre nos ha causado nauseas vuestra querencia por la agresividad y violencia. Nosotros vivimos en paz, mientras vosotros, los monos domésticos os distinguís por hacer de la violencia y la agresión, vuestra diversión.